ESTE REFRANERO
Tiene su origen en un vasto proyecto llevado
a cabo por la Academia Mexicana de la Lengua como parte de la
celebración de su cumpleaños 125. Después
de largo trabajo, apareció el Índice de mexicanismos
del que se desprendieron dos obras, principalmente: el Diccionario
Breve de Mexicanismos de Guido Gómez de Silva y este
Refranero mexicano que ahora sale en coedición de
la Academia Mexicana de la Lengua y el Fondo de Cultura Económica.
Para Refranero mexicano, la Academia Mexicana de la Lengua
conformó el corpus de refranes inicial, puntualmente
verificado, sobre el que elaboré las explicaciones y comentarios
de cada uno de los refranes.
El Índice se remonta a una vieja aspiración
de sabios mexicanos como don Joaquín García Icazbalceta
(1825 1894) y don Francisco J, Santamaría (1886-1963)
que, retomada en la década de los ochenta por la Academia
Mexicana de la lengua tenía el propósito de escribir
un diccionario de mexicanismos. Como se sabe, en su ya larga trayectoria
este proyecto ha dado sus frutos de los que da puntual cuenta
el actual director de la Academia Mexicana de la Lengua, don José
Luis Martínez en su ensayo introductorio a Índice
de Mexicanismos que titula "Hacia un nuevo diccionario
de mexicanismos".
En esta labor y con estos intereses, el Índice
alberga un amplísimo caudal de refranes empleados en el
habla popular mexicana de principios del siglo XIX a la fecha
de manera tal que, aunque comparta el rasgo fundamental de las
obras de esta índole de no ser una recopilación
definitivamente cerrada. Se puede decir, por lo pronto, que el
Índice contiene los refranes que, de acuerdo con
la bibliografía usada por los académicos para conformarlo,
el refranero virtual del hablar mexicano del siglo XX. A este
título sólo, el Índice es, desde sus
diferentes ediciones, una obra de referencia para el estudioso
del español hablado en México.
En todo caso, en ese magno refranero contenido
en el índice, hay refranes propiamente mexicanos
en cuanto hechos de alguna manera en México y refranes
que provenientes de otras culturas hoy forman parte del caudal
del habla mexicana. En el primer caso, se trata de refranes que
o han sido acuñados en México, o bien son el resultado
de transformaciones de matrices o pies de refrán procedentes
de otras tradiciones y otros moldes paremiológicos que
han sido adaptados a circunstancias, ideales o convicciones emanadas
del calor, sentimientos, intereses y convicciones de las hablas
locales en las distintas épocas de la historia de México.
El primero de estos refraneros es el que está a la base
de Refranero mexicano. El corpus inicial, en efecto, es
producto del trabajo de muchos investigadores en el seno de la
Academia Mexicana de la Lengua.
El segundo refranero que es posible desprender
del Índice es un igualmente respetable corpus
de refranes que, aunque usados en el hablar mexicano, no fueron
ni acuñados aquí, ni modificados de alguna manera
y por alguna de las razones arriba esbozadas. Como ya he sostenido
en otra parte, al ser utilizados en el argumentar cotidiano de
una cultura y, a ese título pasar a formar parte del flujo
de su lengua y de sus hablas, esos refranes provenientes de otras
paremiologías han pasado a formar parte del caudal de esa
lengua y de esas hablas: los refranes de este segundo corpus de
refranes, mexicanos a ese título, no están incluidos
en Refranero mexicano. Para conocerlos y estudiarlos, en
todo caso, el lector tiene el Índice de mexicanismos,
caudal enorme del habla mexicana de que puede disponer el paremiólogo
de hoy.
REFRANES
Todo refranero supone una teoría paremiológica
subyacente. En Refranero mexicano el lector encontrará
que se indica que tal o cual de los textos que lo conforman es
un "refrán", un "dicho" o una "frase
gnómica". En efecto, en el corpus que conforma es
te refranero, algunos de sus textos tienen una mayor "paremiologicidad"
que otros si consideramos que desempeñan una función
argumentativa más propia y completa. Sostenemos aquí,
el efecto, el punto de vista, remontable a la Retórica
de Aristóteles, de que un refrán propiamente dicho
desempeña una serie de funciones discursivas, de tipo argumentativo,
que lo hacen desempeñarse en la argumentación retórica
como cabeza de entimema y que de ese desempeño recaba sus
rasgos formales. Muchos de los textos incluidos en este refranero
tienen el rango máximo de la paremiologicidad: son refranes
en el sentido pleno de la palabra y con todo derecho.
Hay, pues, en el acervo paremiológico
mexicano una serie de refranes muy tradicionales cuyas formas,
estructuras y rasgos están documentados en la tradición
paremiológica hispánica en una especie de paradigmática
que hoy circula en el género textual que hoy llamamos "refranero"
y que ha ido modelando su forma a lo largo de nuestra tradición
textual. Los refranes de este tipo constituyen la quintaesencia
del hablar lapidario y, a ese título, son reconocidas en
este refranero como el paradigma de las funciones discursivas
del refrán dentro hablar popular mexicano. Se encuentran
en Refranero mexicano, pues, las más representativas
estructuras y formas de la paremiología hispánica
de la cual es afluente la mexicana: estructuras prótasis-apódosis
tanto de relativo como condicionales con si, estructuras
más vale, estructuras mal-remedio, estructuras sentencia,
estructuras "me extraña", estructuras sentencioso-adversativas,
y otras que el lector puede ver en este importante corpus de refranes
mexicanos que tiene en sus manos.
Se trata, en general, de textos de alguna
manera bimembres cuyo primer miembro, cuando no es una frase circunstancial,
suele estar constituido por una proposición universalizante.
En otros casos se trata o bien de enunciados apodícticos
o bien de frases dotadas de tal nivel de sentencialidad que asumen
una enunciación seudo apodíctica. Muchos de los
refranes más tradicionales del acervo que compone Refranero
mexicano están estructurados en forma de dos hemistiquios,
de alguna manera rimados. Lo hemos anotado en cada caso porque
estamos convencidos que ese es uno de los rasgos de antigüedad
que pueden ostentar los refranes: los refranes más antiguos
de nuestro acervo tienen esas características.
El punto de partida de cualquier consideración sobre las
funciones discursivas de los refranes, como la que subyace a este
refranero, se funda en la ya referida índole parásita
del refrán desde el punto de vista del discurso. Los refranes
son, en efecto, formas breves cuya función discursiva siempre
es dependiente del discurso mayor en el cual se enclavan: el refrán
siempre requiere de un contexto discursivo para poder funcionar.
Nadie dice un refrán sin que haya un contexto discursivo,
sea verbal o no, de por medio. El carácter parásito
de los refranes es la constatación de uno de los rasgos
discursivos del refrán poco o casi nada estudiados, pese
a su importancia.
Por consiguiente, cuando hemos asignado a
alguno de los textos que conforman Refranero mexicano el
casillero de "refrán" estamos asumiendo el texto
en cuestión como una frase completa, conformada por tanto,
con sujeto y predicado, que además de un significado literal
o directo tiene un sentido simbólico o paremiológico
que le permite ser aplicada no sólo a la situación
que enuncia sino a otras situaciones de alguna manera a ella asimilable.
Por eso es para este refranero indicar, en cada caso, si el texto
comentado es o no un refrán. La mayor parte de los textos
que lo conforman lo son.
Por tanto, en Refranero mexicano consideramos
como refranes los textos sentenciosos definibles, formalmente,
como expresiones aforísticas, concisas, agudas, endurecidas
por el uso, breves e incisivas, de buen arte por lo bien acuñadas.
Los textos que llamamos "refranes", además, funcionan
semánticamente como cápsulas situacionales y pequeñas
dosis de saber. Su rasgo cultural más importante, en cambio,
los distingue por andar de boca en boca, ser transmitidos generacionalmente
y aprendidos juntamente con la lengua.
Desde el punto de vista de su estructura representativa
y de su capacidad lingüística, los refranes son compuestos
emblemáticos que hacen las veces del lema en un emblema
cultural cuya figura está constituida por una constelación
de situaciones en que cada uno de ellos es capaz de brotar de
manera espontánea en cuanto alguna de esas situaciones
se presenta. Por su índole emblemática, los refranes
propiamente dichos son susceptibles de decir más de lo
que enuncian. El rasgo distintivo más importante de los
refranes, empero, es el discursivo y se refiere a la ya referida
función entimemática que el habla de una cultura
les asigna en el argumentar cotidiano.
El que un texto funcione y sea reconocido
como "refrán", en el interior de una cultura,
es su rasgo discursivo más importante. Significa que tal
texto tiene un rango muy especial dentro de una cultura; que los
hablantes de esa cultura aceptan ese texto como pie de una argumentación
entimemático y que, por tanto, las cosas que enuncia son
respetadas dentro de la cultura que asume al texto como "refrán".
Sin embargo, para que un texto sea considerado como refrán
dentro de una cultura su valor discursivo debe ir más allá
de su sentido literal. Se puede decir que hacia esa tesis conduce
el desarrollo que han tenido las paremiologías hispánicas.
Ello significa que actualmente tiene más valor paremiológico
un refrán que además de su sentido literal tiene
un sentido o uso discursivo basado en su aplicabilidad metafórica
a situaciones concretas de una cultura. Ello significa, entonces,
que los viejos refranes consejo o los antiguos refranes meteorológicos
hoy tienen escaso valor paremiológico.
Los refranes tienen una vida paremiológica
histórica: son refranes sólo mientras una comunidad
les reconozca la capacidad discursiva de ser verdades del hablar.
Cuando pierden esa función pierden su carácter de
refranes. Un texto, por tanto, que a principios del siglo XIX
eran y funcionaban como refranes pueden actualmente no serlo.
El corpus de Refranero mexicano tiene algunos textos así:
hoy sólo son frases moralizantes que han pasado, por tanto,
a formar parte del campo nocional de las frases célebres.
Discursivamente, por lo demás, los
refranes son textos parásitos que sólo desempeñan
su función argumentativa enclavados en un contexto discursivo
mayor. Por lo demás, los refranes no son ni expresiones
de una sabiduría o filosofía popular, ni cosas por
el estilo, son sólo puntos de apoyo del hablar del pueblo.
Son, en efecto, las verdades del hablar cotidiano, sus puntos
de acuerdo culturales, en que un pueblo finca su argumentar cotidiano
cuando habla, cuando defiende sus puntos de vista y, en general,
cuando alega. La argumentación a que dan lugar los refranes
puede ser deductiva o entimemática e inductiva. El primer
caso es el de los refranes propiamente dicho y la referida función
entimemática; en el último caso, en cambio, están
los refranes ejemplo del refranero en los que hemos catalogado
textos del tipo de "como la pancita de Acámbaro, que
hierve toda la noche y amanece cruda".
LOS
DICHOS
Hay en el habla popular y en los refraneros
una serie de expresiones ingeniosas, juegos y florituras verbales
que o bien carecen de verbo en forma personal o forman parte ya
de hablas locales, ya privadas. Estrictamente hablando no pueden
ser tenidos como refranes aunque estén muy bien estructurados.
Al no haber una teoría del refrán aceptada por todos,
proponemos que se llamen dichos a muchos de los textos exclamativos
del refranero. Los giros, las frases hechas o los modismos, pese
al ingenio que despliegan, no son refranes propiamente dichos,
su función discursiva es prevalentemente de ornato. Su
nivel de paremiologicidad es, por tanto, restringido aunque sea
por su índole de frases sintácticamente no autónomas.
Lo mismo se puede decir de textos análogos cuya estructura
carece de verbo en forma personal y, por ello, carecen de independencia
sintáctica y no enuncian propiamente nada. En este refranero
los hemos incluido en la categoría de dichos.
En esta categoría catalogamos también
las expresiones paremiológicas cuyo verbo está en
infinitivo o son de tipo simplemente constatativo. En esta categoría
hemos catalogado algunas expresiones paremiológicas con
verbo en infinitivo en las que, sin embargo, está implícita
la propuesta de una comparación. Dentro de esta categoría,
por lo demás, colocamos los refranes que en otra parte
hemos llamado "exclamativos" que, abundantes en los
refraneros mexicanos, proponemos aquí que sean llamados
"dichos".
En Refranero mexicano, pues, presentamos
tanto el acervo de refranes que en la cultura mexicana sirven
de puntos de acuerdo en el argumentar cotidiano, para que no haya
necesidad de ponerlo en tela de juicio todo, como una serie de
expresiones metaforizantes, joyas puras del popular que captan
en metáforas atrevidas y puntuales rasgos y aspectos de
la vida cotidiana a los que se recurre a guisa de ejemplos. Los
primeros se apoyan en viejos tópicos retóricos,
algunas veces invocados en el comentario, que hoy constituyen
uno de los elementos más profundamente arraigados en la
conciencia discursiva de un pueblo como el mexicano. Los segundos,
los dichos, son la chispa y penetración aguda del habla
popular.
Con los dichos, ponemos de manifiesto que
lo paremiológico no consiste sólo en verdades del
argumentar popular _deductiva o inductivamente_ sino que contiene
elementos expresivo de los sentimientos y emociones que, por tanto,
desempeñan en el discurso la función de ornato de
un hablar barroco que, como el nuestro, se fascina por el juego
de sonidos que, intercalado en el proceso de una argumentación,
le rompe el ritmo y hace fijar la atención amén
de, en algunos casos, adornarlo.
LAS
FRASE GNÓMICAS
Hemos ubicado una serie de textos, de cuantos
conforman Refranero mexicano, en la categoría de
"frase gnómica" o simplemente "frase",
en algunos casos. Partimos del supuesto de que la vida de un refrán
no es eterna: un refrán puede dejar de serlo cuando sus
función discursiva, por la razón que sea, ha desaparecido.
Entonces puede asumir otras funciones en el discurso pero no la
no la función paremiológica de que hemos hablado
arriba. Hoy, dentro del campo nocional de las formas breves, están
muchas otras formas que comparten algunos rasgos con los refranes
pero que no son refranes propiamente dichos. A guisa de ejemplos
cito tanto las "frases célebres" como los lemas
del discurso emblemático.
Ahora bien, hay en el acervo que constituye
Refranero mexicano una serie de textos que probablemente
alguna vez desempeñaron las funciones discursivas de los
refranes pero que ahora ya no son otra cosa que frases didácticas,
máximas moralizantes, frase ingeniosas o cosas de esa índole.
Ni el refranero contenido en el Periquillo sarniento ni
textos provenientes de otras época, de otros hablares y
de otros argumentares pueden hoy, estrictamente hablando, ser
considerados como refranes. En su momento, hemos señalado
la situación que alguno de los textos que conforman este
corpus guarda con el actual discurso del habla popular mexicana.
A veces, por tanto, para indicar que un texto ya no funciona discursivamente
como refrán y que tampoco es un dicho hemos puesto a esos
textos la etiqueta de "frase gnómica".
DEL
RANGO CONTEXTUAL AL SENTIDO PAREMIOLÓGICO
Dentro del acervo conceptual acuñado
en los últimos años por la paremiología mexicana
en su proceso de teorización quiero citar aquí el
concepto de "rango contextual". El rango contextual
de un refrán es el ámbito de alcance social aceptable
de cada refrán y el conjunto de sus valencias asumidas
como válidas por el grupo humano que usa el refrán.
El rango contextual de un refrán es definible como el conjunto
de situaciones tipo a las que se aplica válidamente en
una sociedad. En efecto, la aplicación de un refrán
a una situación dada es percibida en términos de
una escala de aceptabilidad que va de lo inaceptable a lo aceptable
y que forma parte de la competencia comunicativa de la comunidad
de hablantes en cuyo seno funciona el refrán: por ejemplo
la comunidad mexicana.
De acuerdo con ésto, cada refrán
es definible por un conjunto de situaciones a las cuales su aplicación
es aceptable por el grupo humano en cuyo seno se usa y es aceptado
el refrán por los hablantes nativos en el seno de una cultura.
Una tarea que aguarda a la paremiología mexicana, por tanto,
es estudiar cada refrán desde el punto de vista de su rango
contextual. Es decir, a partir del concepto de aceptabilidad,
definir el conjunto de situaciones para las cuales una comunidad
de hablantes considera "aceptable" el empleo y aplicación
de cada refrán. Con ello se contribuye a estudiar el emblematismo
de la argumentación paremiológica. Desde luego,
al publicar un refranero como el que ahora presentamos ponemos
en el tapete de la discusión problemas como éste
o el de sentido paremiológico.
El concepto de "sentido paremiológico"
de un refrán es su valor argumentativo. Se construye sobre
su sentido literal. Como se sabe, en un refrán una cosa
es la significación referencial que emana de los vocablos
contenidos en su texto; otra, muy distinta, su estructura lógico-semántica;
y otra, en fin, es la significación fundamental del refrán
sobre la cual ese pequeño texto construye todas sus funciones
argumentativas y que en otra parte hemos denominado sentido paremiológico.
Por ejemplo, en el refrán "hay
veces que un ocotito provoca una quemazón", quitada
la oración adverbial "hay veces" o "a veces"
cuyo significado principal es gramatical y que léxicamente
sólo agrega al conjunto el sentido de una temporalidad
eventual, para determinar el tema sólo quedarían
los vocablos "ocotito", "provoca" y "quemazón"
que, desde luego, no son los que determinan el tema del refrán.
¿Cuál es, entonces, su sentido como refrán?
¿Cuál su sentido paremiológico? El sentido
paremiológico de un refrán es su principio subyacente
que, aunque construido sobre la significación referencial
del refrán y evocado por ella, no se reduce a ella sino
que se resuelve, por lo general, ya en una contraposición
de tipo semiótico, ya en una constatación seriada
de al menos dos figuras sémicas análogas, ya en
fin de una constatación simple.
El sentido paremiológico, en todo caso,
resulta de un proceso de generalización de la situación
invocada por un refrán para convertirla en situación
tipo. En Refranero mexicano hemos señalado la pertenencia
de algún refrán a una serie de refranes indicando
que todos los refranes de la serie tienen el mismo sentido paremiológico
aunque hablen, desde luego, de cosas muy diferentes. Menciono
aquí, por ejemplo, los refranes "es bueno" como:
Es buena la libertad, pero no cagar el gorro
Es bueno acostarse en la zalea, pero no arrancar la lana
Es bueno comer, pero no patear el pesebre
Es bueno cortarse el pelo, pero no raparse tanto.
Es bueno el cilantro, pero no tanto
Es bueno el encaje, pero no tan ancho
Ésto muestra que si bien el sentido
paremiológico de un refrán se produce a través
de los significados léxicos del refrán, de ninguna
manera se reduce a ellos. Lo muestran muy bien, como en el caso
anterior, los grupos de al menos dos refranes cuyo sentido paremiológico
es el mismo a pesar de que sus significados léxicos son
completamente diferentes. Piénsese en otras series de refranes.
Por ejemplo los refranes "me extraña" o "el
que nace" cuyos significados léxicos hablan de cosas
completamente diferentes y, sin embargo, tienen el mismo sentido
paremiológico. A guisa de ejemplos cito los siguientes
refranes de la serie "me extraña":
Me extraña que siendo araña
te caigas d e la pared
Me extraña que siendo liebre no sepas correr en llano
Me extraña que siendo sastre no sepas pegar botones
Me extraña que siendo pato no sepas nadar en lago.
Como se ve, los significados léxicos
esbozan sendas figuras de una araña trepando por una pared,
de una liebre corriendo por el llano, de un sastre pegando botones
y, en fin, de un pato nadando en un lago. El sentido paremiológico,
en cambio, esboza la figura de un colmo que, en cuanto tal, produce
extrañeza: el que un experto no conozca su oficio. Lo mismo
sucede con los refranes de su variante formal "me admira"
del tipo de:
Me admira que siendo fraile no sepas el padrenuestro.
Me admira que siendo gato no sepas coger ratones.
Me admira que siendo galgo no sepas coger las liebres.
Tenemos el caso, entonces, de refranes que
pese a tener una designación y significados lingüísticos
totalmente diferentes tienen el mismo sentido paremiológico.
Lo mismo sucede con otras series como la mencionada serie de los
refranes "el que nace" de tipo predestinacionista en
donde los refranes de la serie tienen el mismo sentido paremiológico
pese a la diversidad de universos designados y, por tanto, de
significados lingüísticos por los que se expresa.
He aquí un par de ejemplos:
El que nace para buey del cielo le caen los
cuernos.
El que nace pa' tamal del cielo le caen las hojas.
El que nace pa' maceta no pasa del corredor.
El que nace pa' dedal, del costurero no pasa.
El que nace para bule hasta jícara no para.
El que nace tepalcate ni a comal tiznado llega.
El que ha nacido pa'trapo nunca llegará a ser toalla.
El que nació para ahorcado no morirá de ahogado.
El que nació siendo tlaco aunque ande en los tostones.
El que nació para pobre aunque sea un Salomón.
Estos refranes, pese a la variada imaginería
en que se sustentan, suponen como principio indiscutible una predestinación
según la cual cada quien nace con un destino que nadie
puede cambiar, haga lo que haga. Algunos de ellos, además,
expresan de manera explícita que esa predestinación
viene de Dios y, por ende, tiene su origen en "el cielo";
y, finalmente, que esa predestinación se refiere, fundamentalmente,
al estatuto o clase social: el caso más vistoso es, sin
duda, el del individuo a quien el destino condena a la pobreza
pese a ser un sabio. El sentido paremiológico de estos
refranes puede formularse así: cada quien está irremediablemente
atado a su propio destino. Por lo demás, no es difícil
encontrar grupos de refranes con el mismo sentido paremiológico
aunque no constituyan una serie estructuralmente hablando. Así
el refrán "ayúdate que Dios te ayudará"
tiene fundamentalmente el mismo sentido paremiológico que
el viejo refrán "a Dios rogando y con el mazo dando".
Todo lo anterior nos autoriza, en todo caso, a asumir el sentido
paremiológico como la estructura argumentativa más
importante de los refranes.
El sentido paremiológico sería,
entonces, el contenido que proyectado por un refrán expresa
las intenciones y la calibración de la situación
hecha por el hablante expresada tanto a través tanto de
la referencia textual a la realidad extralingüística
como de los diferentes significados de la lengua en que está
cifrado el texto que en nuestro caso es el español mexicano.
Por consiguiente, el término "paremiológico"
denota no sólo que el texto a cuyo sentido nos referimos
es un refrán sino que su estructura semántico-discursiva
está organizada en función de ese sentido propio
de los refranes determinado por su función entimemática.
Por lo general, puede asumirse el sentido paremiológico
de un refrán a guisa de una estructura profunda permanentemente
proyectada en el nivel exterior del refrán que bajo la
forma de un principio de índole absoluta es argumentativamente
indiscutible.
Es precisamente la estructura semántico-discursiva
de un refrán, cuyo núcleo central es su sentido
paremiológico, la que sirve al pequeño texto de
mecanismo de argumentación por el que puede desempeñar
sus funciones discursivas como refrán que, como hemos señalado,
son su razón primaria de ser. La lógica a que se
atiene la trabazón argumentativa, siempre fincada en una
evidencia incontrovertible, se sustenta, en el caso del refrán
"hay veces que un ocotito provoca una quemazón",
en el principio de que "las apariencias engañan".
En este ejemplo, hay una obvia contraposición figurativa
entre las magnitudes del "ocotito" en diminutivo
afectivo y de la "quemazón" un vocablo
en aumentativo que connota no sólo la gran magnitud del
fenómeno sino y el desafecto hacia él relacionadas
entre sí por el verbo causativo "provocar". El
conjunto remite, desde luego bajo la forma de una excepción,
al principio subyacente de que hay una proporción recíproca
entre la causa y su efecto formulable como "según
la causa es el efecto" y viceversa.
En el refranero mexicano ese mismo principio
es aducido, por ejemplo, en el refrán "según
el sapo es la pedrada". El refrán sonaría,
entonces, a un principio del tipo de "causas pequeñas
a veces producen grandes efectos" o bien "no siempre
el efecto es proporcionado a la causa", que sería
el sentido paremiológico del refrán en cuestión.
Por lo demás, ya señalamos en otra parte los mecanismos
de universalización que este refrán emplea para
poder cumplir con su función argumentativa.
Como se ve, se acude en este caso a un principio
procedente de la evidencia, y por tanto argumentativamente inobjetable,
que es contradicho mediante una doble vía argumentativa
que en su conjunto se muestra más contundente que el principio
dominante extraído de la evidencia: por una parte, por
la misma vía de la evidencia se constata que como "toda
regla tiene su excepción" -"hay veces que un
ocotito provoca una quemazón"- y, además, por
la vía del "exemplum", más convincente,
como se sabe, que mil palabras. En paremiología, por tanto,
para efectos de análisis del discurso, tiene mucha mayor
importancia el sentido paremiológico que la indagación
sobre los posibles temas de un refrán. Es evidente, por
lo demás, que todas las virtualidades argumentativas del
refrán ya en función discursiva dependen de su sentido
paremiológico.
En efecto, el sentido paremiológico
es una estructura argumentativa en más de un sentido. Por
un lado, como decíamos, en el sentido paremiológico
se basa la argumentabilidad inobjetable de un refrán en
la medida en que se reduce, en último término, a
un principio aceptado de manera indiscutible en el seno del grupo
cultural en que el refrán funciona. La relación
entre sentido paremiológico y significación referencial
en un refrán es, como se ve, de índole semántica
y puede equipararse a la relación establecida a postulada
nivel sintáctico por la gramática generativo-transformacional
chomskyana. La relación, a saber, entre una estructura
profunda y una estructura superficial.
También a nivel semántico, en
efecto, en la estructura superficial de un refrán hay una
serie de marcas que evidencian una serie de operaciones realizadas
en el interior de la frase paremiológica y que remiten
en último término, como ha puesto de manifiesto
la semiótica greimasiana, a postulados fundamentales ya
de la experiencia, ya de la ideología. La estructura profunda
de un refrán , pues, estaría constituida por su
sentido paremiológico y consistiría en un principio
absoluto de alta capacidad argumentativa en el medio social en
que funciona reducible, en último término, a alguno
de sus tópicos argumentativos en boga en el sistema discursivo
de la cultura en cuestión.
Esta estructura profunda de índole
semántica de cada refrán se relaciona textualmente,
como decía, con su respectiva estructura superficial -construida
ya sobre un hecho de la experiencia ya sobre un postulado de la
ideología- mediante un proceso de metaforización,
de profundidad variable, cuyo referente hermenéutico es
siempre la estructura profunda.
Los elementos argumentativos de la estructura
profunda se proyectan, en efecto, en la estructura superficial
por una serie de marcas, por lo general léxicas, que son
las que permiten al refrán no sólo insertarse en
un contexto discursivo mayor sino, desde luego, construir su figuratividad
y desencadenar con ello su eficacia argumentativa. Entre estos
elementos argumentativos que funcionan a nivel superficial está,
por ejemplo, la índole enunciativa de cada refrán
que depende, en todo caso, de la función que ese pequeño
texto desempeña en la realidad sociocultural en que funciona
el refrán. El resultado de esta doble estructura es un
conjunto de tipo emblemático en el que el nivel superficial
hace las veces de lema mientras que el nivel profundo, que por
naturaleza es de índole figurativa, hace las de figura.
Ahora bien, ¿cómo se extrae
el sentido paremiológico de un refrán? ¿De
qué universos forma parte ? La respuesta que demos a la
segunda de estas preguntas depende, obviamente, de la que demos
a la primera. Para responderla, tomemos un par de ejemplos. En
primer lugar, un refrán perteneciente a la estructura paremiológica
más frecuente en los refraneros hispánicos: me refiero
a la estructura "SN + que" y al refrán "casados
que no besan no se tienen voluntad".
Por principio de cuentas, cabe decir que se
trata de un refrán que podríamos llamar semiótico.
Un refrán, a saber, cuya estructura lógica es del
tipo significante-significado: la prótasis hace las veces
de un significante mientras que la apódosis expresa el
significado. Es decir: el primer miembro del refrán contiene
una marca semiótica cuya clave de interpretación
es proporcionada por el segundo miembro; por lo demás,
supone una conducta general que, sin embargo, es contradicha por
el caso presentado por el refrán. Esta conducta general,
en este caso, contiene una doble ley: primeramente, que los casados
deben tenerse voluntad y, en segundo lugar, que esa voluntad debe
expresarse externamente, mediante besos, por ejemplo.
El refrán está estructurado
lógicamente de manera tal que de acuerdo con esa lógica:
lo primero, entre casados, es tenerse voluntad y que a eso debe
corresponder, como segunda cosa, una conducta externa de la que
besarse forma parte. La estructura del refrán va, como
se ve, de lo más exterior que es lo menos importante significante
a lo más recóndito que, se da el caso, es lo más
importante significado. Desde luego, el principio subyacente
es del tipo "obras son amores, no buenas razones" o,
si se quiere, "amor que no se expresa no es amor": este
es el sentido paremiológico del refrán y, por lo
visto, procede de la experiencia. Su valor argumentativo le proviene
de la experiencia universal, no de la evidencia; y por tanto tiene
una capacidad argumentativa que lo hace irrefutable.
LA
EXPLICACIÓN EN LOS REFRANEROS
Si, como se ha dicho, el corpus de
este refranero nos ha sido proporcionado por la Academia Mexicana
de la Lengua, tarea nuestra han sido escribir las explicaciones
y comentarios de cada uno de los textos. La mayor parte de ellos,
por lo demás, no requieren explicación nos hemos
interesado en los rasgos formales, estructurales o argumentativos
del refrán en turno, indicando su índole social,
los contextos probables en los que surgió y cosas así.
Desde luego, de cada refrán se pueden decir muchísimas
más cosas; la encomienda, sin embargo, requería
explicaciones breves. Es lo que, de hecho, proponemos aquí
al lector.
La de un refranero con una explicación
y comentario de cada refrán forma parte de la larga tradición
paremiológica hispánica y se encuentra ya en sus
orígenes. Se puede citar, a guisa de ejemplos, tanto los
Proverbios morales de don Sem Tob de Carrión como
el Centiloquio del Marqués de Santillana. Se trata
de refraneros concebidos en forma de consejos de alguien dotado
de autoridad moral a la generación más joven. Y
puedo citar también un refranero español de 1541
titulado Refranes glosados. En los quales cualquier que con
diligencia los quisiere leer hallará proverbios: y maravillosas
sentencias; y generalmente todos muy provechosos. !541. Hay,
de hecho, una larga tradición de la explicación
paremiológica que arranca, para las paremiologías
hispánicas, desde aquí.
En efecto, una buena parte de los libros que a partir del siglo
XVI, sobre todo, que hacen acopio de textos gnómicos destinados
a la argumentación discursiva del habla popular, como los
refraneros y los libros de emblemas, es que junto con los textos
gnómicos en cuestión introducen un tipo diferente
de textualidad que suele tener la forma de una instrucción
al lector y futuro usuario de ello ya sobre su correcto empleo
discursivo, ya sobre los posibles usos simbólicos que en
el discurso se les puede dar. Ello dio origen a una textualidad,
aún no estudiada, cuya función hermenéutica
es, fundamentalmente, la de indicar el sentido segundo construido
sobre un sentido primero, el sentido literal, que con frecuencia
apunta hacia otra dirección.
Estamos, por tanto, en el interior mismo del
lenguaje simbólico: la explicación, sea paremiológica,
sea emblemática, indica en este contexto la dirección
hacia donde el símbolo apunta. O, si se quiere usar los
recursos de la hermenéutica, la explicación indica
normativamente cómo debe entenderse, según el uso
social en cuyo seno funciona, el texto gnómico cuyo sentido
literal suena algo extraño. Los refraneros, entonces, que
conforman la tradición paremiológica hispánica
se pueden estudiar en al menos cinco grupos según sea su
manejo de la explicación paremiológica. Por obvias
razones de pertinencia no se puede abordar aquí ese análisis.
En todo caso, Refranero mexicano se hace heredero de esa
tradición cultivada entre nosotros por los Refranes,
Proverbios y Dichos y Dicharachos Mexicanos del académico
de la lengua don Darío Rubio a quien acudimos con frecuencia
en busca de su explicación. Refranero mexicano quiere
continuarla.
La explicación paremiológica,
pues, más que declarar las razones por las cuales el sentido
paremiológico está construido sobre el sentido literal
del texto; o más que declarar cual es el sentido literal
del texto, lo que debe poner de manifiesto es su sentido
o sentidos paremiológicos. Aunque no debe dejar de lado
una explicación relativa al sentido literal del refrán,
cuando sea el caso. Creo que esta debe ser la segunda de las funciones
que debe rescatar la explicación paremiológica en
la actualidad. Debe, sin embargo, atender antes de pergeñar
sus rasgos y funciones textuales, tener bien claro quien es el
destinatario o los destinatarios del refranero cuyas explicaciones
se escribe. En este caso, es útil la explicación
multifuncional entre cuyos objetivos está dar indicios
sobre el funcionamiento discursivo del refrán: señaladamente
su valor simbólico y su rango contextual.
En este refranero, hemos echado mano de la
explicación condensada. Dados, en efecto, los avances de
la paremiología, creemos que la explicación paremiológica
actual debe contener, por una parte, el rango contextual y función
discursiva que tiene el refrán en el hablar mexicano contemporáneo
y, por otra, hacer comprensible el refrán a todos tanto
en su sentido literal, cuando ya no es comprensible, como en su
sentido paremiológico. La explicación paremiológica
contemporánea debe contener, además, alguna muy
lacónica referencia a la forma del refrán y, eventualmente,
a alguna otra de las propiedades que lo caractericen.