El martes 19 de septiembre del año
2000 a las 19:30 horas, se llevó a cabo la presentación
del libro titulado: “Informe mundial sobre la cultura”
en la sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda. Este
acto fue organizado por el Centro Regional de Investigaciones
Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM y el Instituto de
Cultura de Morelos (ICM). El presidium lo encabezó
la Dra. Lourdes Arizpe, Subdirectora General de Cultura
de la UNESCO y directora de esta publicación, participaron
también por parte del CRIM su director el Dr. Héctor
Hernández quién fungió como moderador
y el Mtro. Héctor Rosales, investigador y organizador
de este acto. Los comentaristas fueron: la Dra. María
de la Luz Casas, Directora de Humanidades en el Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
(Campus Morelos). El Lic. Adalberto Ríos Szalay,
director general del ICM y el Arq. Braulio Hornedo, director
general de la editorial Matemágica. Presentamos a
nuestros lectores un resumen de la intervención de
éste último y los invitamos a consultar la
página en internet del CRIM donde se encuentra parcialmente
vertido el contenido del “Informe mundial sobre la
cultura” en la siguiente dirección: http://www.crim.unam.mx/cultura
El informe mundial sobre la cultura de la UNESCO
A Iván Ilich y Gabriel Zaid:
Entrañables maestros con los que nunca compartí
un aula.
La única manera de ser provechosamente
nacionales consiste en ser apasionadamente universales.
Alfonso Reyes
El informe mundial sobre la cultura. Cultura, creatividad
y mercados. Es una publicación realizada por la UNESCO/CINDOC
y en su versión al castellano editada por Acento
Editorial y la Fundación Santa María, Madrid
1999. Consta de un sumario y siete partes que agrupan 19
capítulos y cinco anexos, los siete grandes bloques
en que se divide esta publicación son:
I. Cultura y desarrollo económico. (Introducción
y 1 capítulo).
II. Los procesos socioculturales mundiales. (Intro y 8 capítulos).
III. Creatividad, mercados y políticas culturales.
(Intro y 6 capítulos).
IV. Opinión pública y ética universal.
(Intro y 1 capítulo).
V. Metodología: elaboración de indicadores
culturales. (Intro y 3 capítulos).
VI. Implicaciones políticas. (Intro y 1 capítulo).
VII. Tablas estadísticas e indicadores culturales.
(4 apartados).
Esta publicación fue coordinada por Lourdes Arizpe,
Subdirectora General de Cultura de la UNESCO y una docena
de colaboradores en el equipo editorial, y contó
con la participación de cerca de cuarenta autores
de una veintena de países, todos ellos especialistas
calificados en instituciones académicas, gubernamentales
o culturales, autores que ejercen su autoridad en los más
variados campos alrededor de la cultura, con un común
denominador que los vincula e identifica, todos ellos pertenecen
a una misma “tribu”, invisible pero concreta,
todos ellos son universitarios y profesan una misma fe que
los unifica en la diversidad multicultural de sus origenes,
la fe en el progreso.
En el prefacio Federico Mayor director general de la institución
establece que: “Cuando hablamos de cultura, nos referimos
a maneras de vivir como individuos y a maneras de vivir
en comunidad. Una “cultura viva” es, casi por
definición, aquella que interactúa con otras
y donde las personas crean, mezclan, adaptan y reinventan
significados con los que puedan identificarse. La UNESCO
se siente obligada a preservar y proteger lo que su Constitución
llama <<la fecunda diversidad de las culturas>>”.
Esta bienintencionada obligación de la institución
se ve reforzada por las recomendaciones formuladas por la
Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo en su informe
titulado Nuestra Diversidad Creativa. La publicación
del Informe Mundial de Cultura responde precisamente a esas
recomendaciones. Su objetivo –nos dice Lourdes Arizpe
en la Presentación de este documento– consiste
en: “estudiar las tendencias recientes en materia
de cultura y desarrollo, examinar los acontecimientos que
influyen sobre la situación de las culturas en el
mundo entero, elaborar indicadores culturales cuantitativos,
destacar las prácticas y las políticas culturales
que puedan considerarse como modelos y analizar temas específicos
de interés general, avanzando propuestas sobre las
políticas a seguir”.
En concordancia con esas directrices y para propiciar el
diálogo intercultural, el informe quiere predicar
con el ejemplo y por ello, continúa Arizpe, “trata
de ser tan intercultural como sea posible, invitando a colaborar
a un grupo de autores pertenecientes a muchas culturas distintas”.
Es en este punto que deseo centrar mi asombro ante la dificultad
de la tribu del progreso de reconocerse a si misma como
tribu con casa aparte. Los autores invitados a colaborar
en este informe, sin duda proceden de diversos orígenes
culturales, sólo el listado de nombres es elocuente
al respecto, pero cuando recorremos esa nómina con
sus actividades asociadas, la cosa es distinta. Todos ellos
comparten una misma cultura, la cultura del progreso, de
la voluntad piadosa del progreso universal.
Los viajeros lo han podido constatar de primera mano, los
que no han viajado lo saben por la televisión, el
cine, las revistas y otros medios. A todos nos asombra por
igual la diversidad inconmensurable del mundo y sus habitantes,
cada uno de esos habitantes, nos recuerda el poeta Hölderlin:
“Pleno de méritos, pero es poéticamente
como el hombre habita en esta tierra”. Esta fecunda
variedad en la que los hombres habitamos poéticamente
en esta tierra, y a la que le damos el nombre de culturas
(así en plural), se diferencia precisamente de lo
que existe atrás de las cámaras y las grabadoras
de los antropólogos y los lingüistas; de los
planos de los arquitectos y los ingenieros; de las notebooks
de los sociólogos y los economistas; de los celulares
de los funcionarios de las multinacionales piadosas. Entre
los universitarios que encabezan la cruzada del progreso,
no hay tal diversidad multicultural. Aunque sin duda hay
pluralidad étnica y diversidad de origen cultural
en todo ese “mundo representado” en la UNESCO,
la cultura del progreso (así en singular), se viste
de manera semejante, sus horarios y costumbres de trabajo
se parecen, sus hábitos alimenticios y sexuales,
sus cuartos de hotel y sus automóviles, sus disciplinas
y sus ocios, sus equipajes y sus aviones, bueno hasta sus
pijamas son parecidas a todo lo largo y ancho del mundo
conectado por internet. “Mientras que las culturas
tradicionales conservan su diversidad (varían en
el espacio más que en el tiempo) la cultura del progreso
va cambiando de uniformidad (varía en el tiempo más
que en el espacio)”, como me enseñó
mi maestro Gabriel Zaid a quien cito a continuación:
“Curiosamente la tribu del progreso no suele reconocerse
como tribu. Ni siquiera cuando llega vestida de turista
y cargada de aparatos folclóricos. No se ve en el
espejo de la curiosidad que despierta su llegada. La tribu
tradicional sale a ver el espectáculo de las cámaras
visitantes, que filman ante el espejo su propia entrada
aparatosa al pueblo. Ignoran lo que dijo Machado:
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas,
es ojo por que te ve.
Hay en esto una especie de justicia poética contra
Hegel, para el cual las culturas indígenas desaparecerán,
por que no alcanzaron la conciencia de sí, por que
no entraron a la historia universal sino por la visita de
las cámaras, porque no llegaron al Espíritu
sino cuando el Espíritu llegó para dominarlos,
redimirlos, comprenderlos, fotografiarlos. Irónicamente
la tribu del Espíritu no tiene mucha conciencia de
sí: se cree un absoluto, un ojo invisible porque
ve. No se asume como objeto, sino como Espíritu que
habita una eminencia donde es puro sujeto que contempla
y domina todo lo demás. El objeto es el otro: en
las relaciones del fotógrafo y su modelo, el investigador
y su tema, el dueño y el esclavo, el redentor y el
redimido.
¿Dónde habita realmente la tribu del Espíritu?
Hegel creía que en Alemania. Que la historia universal
de la conciencia de sí culminaba en la cristiandad
reformada, ilustrada, revolucionaria y finalmente reconciliada
en el moderno estado de derecho alemán. Para hacer
menos nacionalista este concepto, se ha hablado de Europa
y, más vagamente aún de Occidente. Según
esto, la adscripción es geográfica: hay ciertos
países o regiones donde la humanidad culmina, donde
encarna el progreso. Todos los demás son atrasados
y no pueden progresar por si mismos, a su propio ritmo,
a su manera. Tienen que adoptar el ritmo y la manera de
los avanzados, bajo la presión de su avance: por
espontánea emulación o por su ayuda o su dominación.
En otras versiones, la adscripción no es territorial
sino religiosa (superioridad del cristianismo), racial (superioridad
de los blancos), de clase (superioridad del proletariado
frente a la burguesía, ya no se diga frente a los
campesinos). Todos los demás son atrasados, cuando
no perversos. A veces, la adscripción es generosa:
promueve que los perversos se transformen en conversos,
revestidos (o disfrazados) del hombre nuevo (...) No son
los arios, ni los proletarios, ni los cristianos, ni los
occidentales, los que imponen su ser, como modelo culminante
de la humanidad: son los universitarios, la gente de libros.
Platón se sonroja, titubea, pero finalmente dice
que la humanidad debe ser como Platón(...) En las
repúblicas modernas, con toda generosidad sentimos
lo mismo: no hay mayor oportunidad para un indio, campesino,
artesano, obrero, empleado, que dejar su ser y adoptar el
nuestro: volverse universitario.
El paradigma cambia del universitario clerical, al militar,
al civil: del teólogo sujeto a la obediencia dogmática,
al crítico independiente, al intelectual orgánico,
(al funcionario de la UNESCO): del profesionista libre al
especialista asalariado en la universidad o en la administración
pública o privada (o transnacional): pero siempre
es universitario.
Los universitarios no somos los primeros privilegiados de
la historia, pero sí los primeros en prosperar en
nombre del saber, con paradójicos problemas de “conciencia
de clase”: nos resistimos a saber lo que somos, y
lo somos por el saber. Quizá por eso, contradictoriamente
no se hacen muchos estudios sobre la economía de
hacer estudios económicos: ni mucho psicoanálisis
de la vocación psicoanalítica: ni mucha antropología
de los antropólogos: ni mucha dialéctica de
los intereses reales que hay en producir dialéctica
o encabezar revoluciones. Damos por supuesto que somos una
bendición para la humanidad, y hasta nos parece de
mal gusto examinar nuestros intereses particulares. Lo natural
es que los reflectores se dirijan a lo otro: lo mucho que
necesita examen, esclarecimiento, dirección, ayuda
por su propio bien.
En su escrito contra Marx (1872), Bakunin habló de
una nueva clase: <<En el estado popular del señor
Marx, se nos dice, no habrá clase alguna privilegiada
(...) sino un gobierno y, obsérvese bien, un gobierno
excesivamente complicado, que no se contentará con
gobernar y administrar a las masas políticamente,
como lo hacen ahora todos los gobiernos, sino también
económicamente, concentrando en sus manos la producción
(...) lo cual exigirá una ciencia inmensa y muchas
cabezas desbordantes de cerebro (...) Será el reino
de la inteligencia científica: el más aristocrático,
despótico, arrogante y despectivo de todos los regímenes.
Habrá una nueva clase, una nueva jerarquía
de sabios (reales y ficticios), y el mundo se dividirá
en una minoría dominante en nombre del saber y una
inmensa mayoría ignorante>>.” Hasta aquí
Bakunin y Zaid.
Pero volvamos después de este breve periplo alrededor
de la voluntariosa cultura del progreso y sus promotores,
y ya para concluir, a nuestro Informe mundial sobre la cultura
y a la invitación que nos hace Lourdes Arizpe para
“inflamar y galvanizar al lector (de este informe)
para que se lance al debate y la acción, (más)
que adormecerlo con fórmulas huecas y repetitivas.
En línea con nuestro tiempo, el informe debe entenderse
como una empresa continua, un diálogo permanente,
interactivo a distancia, a imagen de lo que debe ser la
educación en el futuro. Actualmente, el narrador
crea las situaciones a medida que avanza. Y, si hay una
serie de voces que conciben nuevas realidades en las páginas
que (componen este Informe), debemos esperar que muchas
otras se les unan después en este nuevo proceso creador...”
Hasta aquí Arizpe.
Desgraciadamente, la tribu universitaria, descendiente de
Platón y los sofistas, más que de Sócrates,
desprecia la sabiduría de las culturas tradicionales
y prefiere sustituirla por la lógica de los mercados
financieros para confirmarnos que el capital no tiene patria
y por lo visto tampoco tiene... cultura. Los universitarios
que hoy tienen a su cargo la educación entendida
como “trata escolar”; la ciencia entendida como
aquel saber digno de financiamiento; y por la cultura como
ciega voluntad de progreso económico. Los universitarios
somos ahora los más entusiastas participantes en
esa loca carrera del progreso que va de los libros al poder
y que consiste en llegar antes que los demás al infierno.
(En la memorable imagen de Octavio Paz).
Como un divertimento final y a manera de epílogo
(o postre), permítanme compartir con ustedes diez
tesis sobre administración cultural formuladas por
Gabriel Zaid.
1. Los universitarios en el poder transformaron el mundo
cultural en administración. Hubiera sido mejor entenderlo,
pero los filósofos universitarios urgidos por la
transformación del mundo no pierden el tiempo en
interpretarlo.
2. Administrar la cultura es como decretar la primavera;
un delirio narcisista de poder. Pero la cultura moderna
se volvió administrativa, y quiere verse en el espejo
administrando la cultura.
3. El mundo artístico, literario, intelectual, no
tiene economías de escala. Aunque es posible operar
en gran escala, eso no reduce los costos ni aumenta la calidad.
4. El gigantismo cultural responde a los intereses y las
fantasías del mundo extracultural: el estado, las
instituciones, los sindicatos, las grandes empresas, algunos
mecenas, el público masificado. También, desgraciadamente,
a una creencia bienintencionada: lo bueno a escala uno,
es mil veces mejor a escala mil. Así se desgraciaron
muchas cosas que en pequeña o mediana escala habían
sido excelentes.
5. Cuando se devalúan el amor al arte, el orgullo
del oficio, el aplauso inteligente de los públicos
pequeños, a cambio de las becas del estado, la cultura
se seca. Los grandes creadores salen del mundo artesanal,
no del gigantismo que los explota.
6. La cultura es artesanal, diversa, dispersa, impredecible.
Prospera en el trabajo individual o de grupos pequeños.
Prefiere obtener reconocimiento y dinero a través
de obras de creación, interpretación, descubrimiento,
invención, acreditables como propias. La burocracia
cultural prefiere el reconocimiento y el ingreso fijo de
un puesto. Cobra por el tiempo transcurrido a las órdenes
superiores, no por lo que produce.
7. Los sindicatos son anticulturales: están para
regatear el precio de la obediencia, no para hacer culminar
las obras de la cultura. La verdadera solidaridad cultural
está en la tradición gremial, anarquista,
cooperativa; la organización horizontal, no piramidal.
8. Los grandes administradores son anticulturales: están
para negociar subsidios, evitar broncas sindicales, desarticular
golpes en su contra y conseguirle aplausos a la institución,
no para hacer culminar las obras de la cultura.
9. Hasta un director de orquesta es artesanal: dirige personalmente
los ensayos. Pero el gigantismo cultural está lleno
de editores que no leen lo que publican, de investigadores
que no investigan, de rectores que no dan clase, de personas
tan poderosas en la administración cultural que su
verdadera ocupación es el poder, no la cultura.
10. Teóricamente, es posible que el poder piramidal
del estado, los sindicatos, las transnacionales, pongan
sus grandes recursos al servicio de grandes creadores para
que hagan cosas de mucha calidad en gran escala, con repercusiones
nunca vistas, en favor del gran público. Pero la
relación de fuerzas favorece lo contrario: que la
cultura artesanal quede subordinada al poder piramidal,
con muchas frustraciones, costos excesivos, resultados de
mala calidad, pocos beneficios sociales y un despilfarro
imperdonable de grandes talentos y grandes recursos. (En
suma el progreso improductivo).
Braulio Hornedo Rocha
braulion@matemagica.com.mx